Pérdida cultural, colonización de alimentos

Para las poblaciones latinx en los Estados Unidos, la pérdida cultural y la identidad se escriben en los alimentos. Por un lado, existe la preocupación por la apropiación cultural de la comida latinx. Restaurantes como Taco Bell han creado una imagen distorsionada de lo que es la comida mexicana para los clientes. Por otro lado, existen tipos de mecanismos establecidos para disuadir a las poblaciones latinx de comer sus alimentos tradicionales con el fin de hacer la transición al “estilo de vida estadounidense”. En la literatura, hay una escena crucial en la novela canónica de Rudolfo Anaya, Bless Me, Ultima (1972), en la que el joven protagonista Antonio es criticado por sus compañeros de clase por almorzar una tortilla con chile verde en lugar de un sándwich (p. 58). En la novela nuyoriqueña de Nicholasa Mohr, Nilda, a la protagonista homónima se le sirve una sopa de pollo insípida y un pastel de salchicha cuando pasa una noche en un campamento de la iglesia (pp. 11-12). En estos momentos, la escuela y la iglesia, dos sitios de racismo institucionalizado, sirven para privar a los personajes nuevomexicano y nuyoriqueña de su cocina tradicional y reemplazarla con comida estadounidense.

Julissa Llosa Vite escribe sobre una experiencia parecida en "Querida Mamita". Aquí, Llosa Vite escribe una carta a su abuela peruana fallecida. Después de alabar a la abuela por su capacidad de hacer más con menos en la cocina, plantea la pregunta: “Do you remember a time when we just ate our people’s food?” La separación entre una cultura y su comida se articula a través de la nostalgia por un momento en que los dos estaban conectados. Sin embargo, ese tiempo no es identificable para la escritora. En parte, esto se debe a que ella representa una generación más joven cuando se yuxtapone con su abuela, pero también en parte se debe al hecho de que no puede identificar un momento en que no existía la opresión de la cocina local: “Or was that taken from us before your birth?” Esta amenaza de poder se basa en un legado colonial en el sentido de que el capitalismo, un producto del colonialismo, ha creado sectores sociales que no tienen acceso a formas ancestrales, creando así una pérdida cultural. Según Devon Abbott Mihesuah, “one huge step that we can take to regain our culture and pride is to grow, cultivate, and prepare our own foods that our ancestors ate” (p. 58). La respuesta de la escritora a esa falta de acceso cuando era niña es comer en exceso ahora. Lo que me interesa de este fragmento de la carta es el lenguaje en torno a la comida. Ella escribe, “How do I free myself from this food abuse illness? I know eating consciously and paying attention to my body are habits I have to fight for now. This is where I must find my resilience.” Palabras como “resiliencia”, “libre”, y “luchar” evocan la resistencia a un poder autoritario. Para la autora, representar la comida como una “enfermedad” continúa enmarcando su perspectiva como víctima de un transgresor amenazador. El miedo al abuso de alimentos, como a la enfermedad, se convierte en algo que una persona no puede controlar. Más bien, se convierte en una herramienta utilizada para controlar a otros.