La Contraofensiva Conservadora

La Revolución Mexicana presenció múltiples presidencias en rápida sucesión. A lo largo de diez años, cuatro hombres distintos asumieron la presidencia, cada vez desatando una nueva ola revolucionaria en todo el país. Aunque la Ciudad de México vio entrar y salir a varios presidentes del Palacio Nacional, estuvo en gran parte inmune a la violencia que acompañó cada transición. Más bien, la capital funcionó como un centro de poder político, punto de encuentro de presidentes, diplomáticos y embajadores. Además, fue el lugar desde donde se emitía buena parte de la prensa, que moldeaba la opinión pública sobre la revolución.

Decena Trágica

La capital eventualmente experimentó de primera mano la guerra que asolaba al resto del país el 9 de febrero de 1913, cuando la élite conservadora y el ejército se rebelaron contra la revolución de Madero. Durante la “Decena Trágica” (como se llamaría al evento), tres generales del ejército lideraron un golpe de Estado contra el presidente Francisco I. Madero. Los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz, sobrino de Porfirio Díaz, escaparon de prisión en la Ciudad de México y marcharon con sus tropas hacia el centro de la capital para derrocar a Madero. Tras la muerte de Reyes a manos de soldados, los rebeldes de Díaz, conocidos como Felicistas, ocuparon la Ciudadela durante los siguientes diez días. Durante ese periodo, la ciudad fue dominada por una violencia y destrucción masiva, hasta que los rebeldes lograron usurpar la presidencia de Madero.

Relaciones frágiles

Este evento representa, a pequeña escala, lo que fue la Revolución Mexicana: distintos grupos compitiendo simultáneamente por el poder con agendas particulares. Aunque frecuentemente se presentaba como una lucha entre gobierno y revolucionaries, también existían divisiones internas. Las alianzas entre facciones eran frágiles y solían disolverse una vez alcanzado su objetivo. Así ocurrió cuando el general Victoriano Huerta, líder de las fuerzas gubernamentales, se unió al rebelde Félix Díaz para derrocar a Madero. Tras su victoria, Huerta asumió la presidencia, supuestamente de forma interina hasta las elecciones generales de octubre, momento en el que debía apoyar la candidatura de Félix Díaz. Sin embargo, Huerta traicionó a Díaz y se convirtió en el siguiente dictador de México.

A través de múltiples miradas

La cultura popular y el folclore ofrecen una mirada al terror que sintieron les civiles durante el golpe. Un corrido del artesano Juan Pérez narra los hechos día por día, enfocándose en el sufrimiento de les habitantes de la capital. Pérez escribe: “No digo ¡Viva Madero! Ni digo Félix Díaz, solo quiero la Paz para vivir más días”. Describe el terror vivido, señalando que la gente huía por su vida, temiendo las balas que llovían desde los edificios. El corrido captura el miedo y la pérdida que experimentó la población capitalina, en lugar de centrarse en las motivaciones políticas del ataque.

Otras fuentes ofrecen una descripción periodística más detallada de la Decena Trágica. Tal es el caso de un folleto publicado en 1913. Un pasaje en particular destaca el horror de ver los cuerpos de los muertos quemándose en las calles. El texto ofrece pocos comentarios y se enfoca en relatar hechos y observaciones. El autor aclara que se basa en información reciente proveniente de “personas que fueron directa o indirectamente parte de los hechos”. El folleto se presenta como un relato casi imparcial de los sucesos, destinado a resumir y documentar la Decena Trágica.

Aunque se presenta como una fuente objetiva, esta publicación contradice la perspectiva del corrido, sugiriendo una postura claramente antimaderista. El autor critica la respuesta de Madero al golpe, diciendo que mientras todes se preocupaban, él sonreía y decía que “no era nada”. También desacredita su presidencia, describiéndola como una concesión que comprometía “el porvenir de la República con sus errores”. Es evidente que el autor no tenía confianza en Madero, y deja ver su postura a lo largo del texto.

Algunas personas tuvieron el privilegio de observar los hechos sin temer por sus vidas gracias a su posición social. Este fue el caso de Graham Kerr, un periodista estadounidense que vivía en la Ciudad de México. En una carta a su esposa, describe la Decena Trágica enfocándose en la artillería, mencionando el “¡boom, boom, boom, crack, rattle, boom, rattle, rattle, boom crack, rattle!” de los rifles y señalando que era un “desperdicio monumental de municiones”. Aunque menciona algunos actos de violencia —una lavandera tendiendo ropa en la azotea del hotel y dos muertes en la calle— lo hace solo de paso. En cambio, relata que fue un evento que “disfrutó muchísimo y no se lo hubiera perdido por nada”.

Les ciudadanes estadounidenses gozaban de cierta protección, ya que les revolucionaries no querían molestar a Estados Unidos ni poner en riesgo sus vínculos políticos. Esto permitió que Kerr y otres estadounidenses observaran la tragedia casi como un espectáculo, sabiendo que su peligro era menor. Además, su estancia en el país era temporal y no tenían un compromiso real con las consecuencias de la violencia. Esto les permitió redactar versiones sensacionalistas y casi desapegadas de la Revolución Mexicana.