Estalla la Revolución
“Últimas manifestaciones de cariño,” caricatura política en La Sátira, 28 de mayo de 1911.
La Revolución de Madero
El encarcelamiento no detuvo a Francisco Madero en su búsqueda de cambio. Logró escapar y refugiarse en Texas, donde emitió su Plan de San Luis Potosí. En él, llamaba al pueblo mexicano a rebelarse contra el gobierno porfirista el 20 de noviembre de 1910. El gobierno porfiriano abrió fuego primero en Puebla, dos días antes de lo previsto, asesinando al líder maderista Aquiles Serdán. Aunque Díaz sofocó rápidamente los levantamientos urbanos, no logró contener los que se expandieron por el campo mexicano durante el invierno de 1910–1911.
Surgieron movimientos guerrilleros localizados en el centro de México, densamente poblado, donde los grandes terratenientes habían desplazado considerablemente a la clase campesina. El más fuerte fue el levantamiento de Emiliano Zapata en marzo de 1911 en Morelos, que exigía derechos sobre la tierra y el agua para los pueblos. Un resentimiento histórico y extendido hacia los caciques porfiristas en Chihuahua pronto convirtió a ese estado fronterizo en un foco revolucionario, liderado por Pascual Orozco, un arriero de familia conocida, y Francisco “Pancho” Villa. La movilidad y popularidad de los rebeldes permitió el crecimiento del movimiento.
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Juramento de lealtad a Madero por parte de líderes guerrilleros en Puebla
1911-05-16
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Juramento de lealtad a Madero por parte de líderes guerrilleros en Amecameca, página 1
1911-05-20
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Juramento de lealtad a Madero por parte de líderes guerrilleros en Amecameca, página 2
1911-05-20
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Juramento de lealtad a Madero por parte de líderes guerrilleros en Amecameca, página 3
1911-05-20
Madero regresó a México en febrero de 1911 y tomó el mando del pequeño ejército insurgente formado por Orozco y Villa cerca de Ciudad Juárez, Chihuahua, iniciando negociaciones con el gobierno porfirista. Impacientes, los tenientes rebeldes tomaron la ciudad fronteriza contra las órdenes de Madero el 10 de mayo de 1911. Convencido de que no podían contener el derramamiento de sangre ni la creciente anarquía del movimiento revolucionario, el gobierno federal y Madero firmaron un tratado de paz en Juárez: los insurgentes se desmovilizarían a cambio de la renuncia de Porfirio Díaz y elecciones presidenciales justas. Frustrados, los líderes rebeldes disolvieron sus fuerzas durante el verano y, como era de esperarse, Madero ganó las elecciones presidenciales en octubre de 1911.
Zapatistas escoltan al presidente electo Francisco Madero (en el automóvil, con sombrero blanco) en su entrada a Cuernavaca, circa octubre de 1911.
Las soldaderas, o mujeres combatientes, constituían una parte significativa de las fuerzas rebeldes. Algunos líderes revolucionarios, como Emiliano Zapata, reconocieron su importancia en el movimiento y las nombraron coronelas, como a la periodista Juana B. Gutiérrez de Mendoza. Otros, como Villa, consideraban que las mujeres eran una carga en los cuarteles y en el campo de batalla. Aunque muchas mujeres no obtuvieron reconocimiento formal como soldaderas, esto no disminuye el impacto que tuvieron en la Revolución.
Entre la espada y la pared
El tratado no abordó la principal queja de la revolución: la explotación y despojo de las clases trabajadoras urbanas y rurales por parte de las élites. Por un lado, el presidente Madero tuvo que enfrentarse a las élites conservadoras que anhelaban el retorno al statu quo y que apoyaban a los generales porfiristas Bernardo Reyes y Félix Díaz para contrarrestar su régimen liberal. Por el otro, tuvo que lidiar con la desilusión de líderes revolucionarios como Orozco y Zapata, y con las crecientes demandas de la clase trabajadora urbana. Como resultado, Madero se apoyó cada vez más en el ejército federal, bajo el mando de Victoriano Huerta, para mantener a raya tanto a conservadores como a insurgentes liberales.
Caricatura política en La Sátira muestra una “suspensión de derechos” disparada por un político de élite hacia Zapata, que rebota contra Madero, 21 de enero de 1912.
Revolución 2.0
Considerándolo un traidor a la causa, líderes rebeldes de todo el país reorganizaron sus fuerzas guerrilleras para reanudar la revolución a finales de 1911. El 28 de noviembre, Zapata proclamó el Plan de Ayala, que denunciaba a Madero y exigía la redistribución de tierras. Su demanda resonó entre la clase agraria de todo el país, atrayendo a pueblos e incluso comunidades indígenas a su causa. Los guerrilleros zapatistas atacaron constantemente a las tropas federales hasta abril, cuando concentraron sus esfuerzos en la agricultura. En Chihuahua, Orozco y Villa reavivaron la revolución al liderar una rebelión contra el gobierno de Madero en marzo de 1912. A diferencia de los rebeldes del centro del país, las fuerzas del norte exigían reformas sociales, contaban con más recursos para importar armas ilegalmente desde Estados Unidos y tenían el respaldo de la oligarquía chihuahuense.
Madero respondió con fuerza. Envió a Huerta y al ejército federal a Morelos y luego a Chihuahua para enfrentar la amenaza. El ejército asestó un duro golpe a las fuerzas zapatistas, aunque estas sobrevivieron y continuaron combatiendo. Los orozquistas, en cambio, fueron derrotados; Huerta arrestó a Villa y los rebeldes restantes se dispersaron. Mientras tanto, crecían las tensiones entre comunidades vecinas, particularmente en el sur de México, donde se afirmaba la autonomía en función de las diferencias de clase y etnia, compitiendo por el poder regional.
A pesar de los trastornos, el gobierno de Madero logró abrir la política del país. Mexicanes de todas las clases sociales participaron en los diversos partidos políticos que surgieron y compitieron en elecciones. La clase trabajadora urbana emergió como una fuerza coordinada poderosa en muchas ciudades, lo que permitió en algunos casos la elección de trabajadores a cargos municipales y estatales. La prensa también gozó de libertad para informar y criticar la situación política. Sin embargo, la incapacidad de Madero para contener el colapso del orden sociopolítico a nivel nacional llevó a su caída. Temiendo por su estabilidad, sus simpatizantes de clase media empezaron a inclinarse hacia el conservadurismo, lo que abrió la puerta a una contrarrevolución respaldada por las élites.